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Como ya sabemos, los suelos de vinilo representan una solución económica y duradera para renovar el pavimento de nuestro hogar sin hacer obras.
Una de las principales ventajas es su fácil y rápida colocación, ya tan sólo es necesario un cutter para cortar las piezas y ajustarlas a la planta de la habitación donde queramos colocarlo.
Gracias a su revestimiento plástico (PVC), muestra una especial resistencia al moho, a las bacterias y hongos, cosa que lo convierte en ideal para las zonas más húmedas de la casa como son las cocinas y baños. Además, es resistente a la abrasión e impide la formación de electricidad estática.
El mantenimiento de estos suelos, es sencillo, ya que con tan solo una bayeta húmeda o una fregona con agua jabonosa templada, será suficiente para eliminar las manchas. Destacar que nunca hay que utilizar lejía o disolventes, ya que se podría dañar el diseño.
Elegir el suelo vinílico
A la hora de la elección no solo debemos tener en cuenta el diseño, sino que también tenemos que ver la intensidad de uso de la habitación en la que se va a instalar.
Para ello nos tendremos que fijar en las capas de uso. Cuanto mayor sea la capa de uso, mayor será la resistencia al uso y al impacto.
Normalmente para despachos, habitaciones y recibidores son aptas las capas de uso que van desde 0,08mm (uso moderado), pasando por los 0,20mm (uso habitual= y hasta 0,30mm (uso intenso). En el caso de cocinas y baños se recomienda un mínimo de 0,20mm (uso habitual) hasta 0,30mm (uso intenso). Para salones lo más adecuado es de 0,30mm.